La temperatura de los vinos

La temperatura del servicio del vino puede cambiar drásticamente las características del mismo. Los gustos del consumidor también influyen (hay a quien le gusta más o menos frío o más o menos cálido), pero hay unos límites que convendría respetar para apreciar los vinos y no desvirtuarlos por una cuestión tan sencilla como ésta.

Como norma general, los blancos frescos y los rosados, se sirven en el entorno de los 8º - 10 ºC, con lo que es sencillo colocarlos en el refrigerador unas horas antes y servirlos casi directamente de la nevera a la copa porque se ambientarán rápidamente. Si la temperatura es más elevada, la fruta sería más pesada y se perdería la frescura. Por el contrario, si los servimos demasiado fríos (congelador) no sentiríamos los aromas y sabores del vino.

Los blancos, con más cuerpo y que han pasado por madera conviene servirlos un poco más cálidos, Alrededor de los 11º - 12º C, ya que así expresan mucho mejor los aromas.

En el caso de los tintos, si se sobrepasan los 20º, expresarán más alcohol que fruta y se volverán pesados en el paladar. Cuanta menos estructura tenga el vino, el vino puede tomarse un poquito más frío, en una banda que iría desde los 16ºC de mínimo hasta los 18º C de máximo.

 

Pequeños consejos:

- Para los blancos, métalos unas tres horas antes en la nevera y sáquelos cinco minutos o diez minutos antes de servirlos. Si el vino está demasiado frío empañará la copa.

- Si abre un tinto, y no cuenta con una vinoteca, enfríelo durante una hora aproximadamente en el refrigerador. En muy poco tiempo, se irá acomodando a la temperatura ambiente hasta los 16 o 18 grados.

 - No sirva excesivamente las copas, especialmente en el caso del blanco, porque se calentará el vino rápidamente.